sábado, 27 de octubre de 2012

Memorias de un desahucio

En este genocidio neoliberal, los desposeídos, las víctimas, son culpables de su propia desgracia. Morir de hambre es morir de vergüenza.
La crisis económica global es el resultado de la estupidez y la codicia de bancos, corporaciones y especuladores. Sin embargo, desde los gobiernos y los massmedia se nos bombardea con persistencia: "vosotros, el pueblo, habéis vivido por encima de vuestras posibilidades, sois culpables y debéis pagar por ello".

En Spanien, cada día son desahuciadas 532 familias. Desde que se inició la crisis, 350.000 familias han sido despojadas de su hogar y condenadas a la ruina. Mientras tanto, se han inyectado miles de millones de euros en ayudas públicas a la banca (los mismos euros que nos recortan en sanidad y educación y que inflan nuestra deuda pública para regocijo de los especuladores).
Rescatar a los ciudadanos NO, dación en pago NO, y si encima osas alzar la voz pacíficamente te criminalizan y aporrean. ¿A quién protegen? ¿Y de quién?

Según la gente de Stop Desahucios de Granada, un 34% de los suicidios que se producen son consecuencia de los desahucios.

En el crack del 29, los brokers arruinados se arrojaban por las ventanas. Hoy, los que se suicidan son los trabajadores desahuciados.

Quisiera dedicar mi humilde cuento a la gente de Stop Desahucios (PAH), y muy especialmente a las víctimas de esta monumental estafa.

Memorias de un desahucio

No pude evitar mirar de reojo la puerta del piso; tras esta quedaron los domingos en los que papá nos contaba un cuento bajo las sábanas de su cama. Yo me hacía el valiente, aquellos policías no parecían tan malos.
La puerta se cerró con un trallazo. Malena y yo apretamos las manos de mamá y contuvimos las lágrimas (papá siempre decía que no había que llorar delante de nuestros ofensores). Con las maletas a cuestas bajamos a trompicones por la escalera. En la calle, el gentío se apiñaba frente a los furgones.
Rugían las gargantas, atronaban los megáfonos.