jueves, 28 de abril de 2016

La mujer del sombrero gris

La mujer del sombrero gris se detuvo pensativa en el zaguán… Y cerró la puerta. -Al otro lado, quedó la nevera casi vacía que tanto le había disgustado, y el anhelo de ácaros compartidos de una cama por hacer.- Se sentó en el umbral y se lió un cigarrillo. Observando las casas de cristal, fumaba con desidia mientras la ceniza consumida le iba cayendo sobre la falda. Apuró la última calada y, con desdén, arrojó la colilla a la calle. 
La mujer del sombrero gris se puso en pié. Ahora su casi perenne media sonrisa lucía al sol de poniente, y hacia allá encaminó sus pasos, distraídos, cansados. Como cada día, deambuló por el poblado repartiendo corazoncitos, uno por aquí, otro por allá; uno para la lejana casa del mulato, otro para la bibliotecaria, otro más en casa del joven periodista… Una hecatombe crujía tras la puerta de los Rivera, los niños de los Miller armaban alboroto en el andén, otra vez Daniel follaba en la oficina… -A esa hora de la tarde, el tráfico todavía era intenso y un océano expuesto bullía tras las pantallas.- Algunos internautas interactuaban y ella también fue recibiendo su dosis de corazones; estéril lluvia que repiqueteaba sobre su transparente urna.
La mujer del sombrero gris siguió caminando hasta las afueras del poblado, y allí, frente a un día más que se extinguía, cayó quebrada por el súbito aguijonazo de la sed de su vientre. Ovillada, cruzó los brazos frotándose los hombros al tiempo que se balanceaba rítmicamente. Un remolino de polvo se había llevado volando su sombrero gris.

¡Ey! ¡No llores! -escribí a través del frío cristal de mi pecera- Quizá tenga un sombrero nuevo para ti...
Y sólo se escuchó el ulular del viento mientras una "nube del desierto" rodaba calle abajo.

(estepicursor)