miércoles, 1 de mayo de 2013

Mayo sin Miedo

Desde los albores de la humanidad el miedo siempre estuvo presente. Lo llevamos bien clavadito muy, muy adentro.

Recuerdo los rostros alegres, la vehemencia y la esperanza de las primeras manifestaciones de mayo del 2011. Hoy sin embargo percibo; frustración, rabia y miedo.
Quieren convertir nuestra frustración en resignación a base de infundirnos miedo mediante la represión.
¿Qué clase de democracia es esta, en la que los ciudadanos salen temerosos a la calle para ejercer su legítimo derecho a manifestarse?
¿Cuál es el punto de no retorno, individual y colectivo de esta tomadura de pelo diaria? ¿Cuál es el límite de sufrimiento para despertar?

Siendo yo chaval, mi abuelo me prestó un libro sobre el holocausto nazi y los campos de exterminio. Quedé hondamente conmocionado por la brutalidad de las imágenes. De toda esa tremebunda barbarie, entre otras cosas, no entendía porque los desdichados prisioneros no se rebelaban ante su fatal destino y seguían cavando mansamente, desnudos, sus propias fosas a los pies de las risas de sus verdugos.
Una de las diversas respuestas sería el miedo paralizante.
Permitidme un ejemplo sobre la cuestión: un piloto de parapente es sorprendido por una turbonada y es vapuleado por el viento volando varios kilómetros marcha atrás.
El piloto salió milagrosamente indemne del trance. Pese a que su vida dependía de su destreza en el manejo de la aeronave, cuando hablamos con él nos confesó que se asustó tanto que fue incapaz de pilotar y estuvo la mayor parte del tiempo con los ojos cerrados. Nunca más volvió a volar.


En ocasiones oigo decir: «¡El miedo está cambiando de bando...!»
A menudo esta aseveración se deja llevar por el deseo y la emoción.

       «Hay una guerra de clases, es cierto; pero es mi clase, la clase de los ricos, la que la libra, y la estamos ganando» Warren Buffet, especulador profesional y tercera persona más rica del mundo por detrás de su amigo Bill Gates.

Imagen tomada en la biblioteca pública de Sant Boi
La reconstrucción de la conciencia social y de clase requiere tiempo, mientras que la barbarie neoliberal avanza cual guerra relámpago. Sin embargo, cuando siento el filo de la derrota acuchillándome hasta los tuétanos, silbo Le Partisan y me levanto puño en alto.


Es posible que fracasemos, pero en todo caso cuando pasen los años podré mirar el pasado sin avergonzarme.

¡La lucha es el camino!

       «La risa mata el miedo y sin miedo no hay lugar para Dios» El nombre de la rosa
Umberto Eco