martes, 6 de febrero de 2018

Un día en el dermatólogo

–Muy bien, Miguel. Pasa ahí dentro y quítate toda la ropa menos los calzoncillos. Avísame cuando estés.
–Doctora, el quiste lo tengo en el párpado derecho.
–A los pacientes nuevos me gusta escrutarlos por si tuviesen algún lunar maligno.

La severidad de su cara no admite dudas y obedezco sin rechistar. Afortunadamente hoy no he hecho ni el huevo y la ducha matutina todavía me mantiene a estas horas de la tarde fresco, digno de ver y oler. Además, no acostumbro a sudar lo cual es toda una ventaja. Me bajo los pantalones del curro y… ¡Horror! ¿Por qué no habré escogido yo esta mañana unos gayumbos más discretitos tipo bóxer o algo así? En fin… Me tumbo en la camilla y aviso. 
Entra la doctora con una sonrisa socarrona y llama a la enfermera, que no es mucho más joven que ella. ¡Esto va a ser una fiesta!, me digo a mi mismo. Se enfunda los guantes mientras sin dejar de sonreír me va explicando los beneficios de detectar un melanoma a tiempo. La enfermera asiente con la cabeza las palabras de su jefa. Y yo, más cortado que la toalla de Eduardo Manostijeras, empiezo a sospechar que esta señora disfruta con todo esto. ¡Joder! Yo sólo venía por un quistecillo de mierda, a ver si voy a tener ahora una cosa de esas chungas… Y se lanza lupa en mano a explorar hasta el rincón más recóndito de mi indefenso pellejo. No tardo en averiguar lo ridícula que había sido mi preocupación por mi ropa interior, al notar cómo sus dedos de látex levantan el elástico de mi paupérrimo slip, no sea que se le escape algo por husmear. Ahora date le vuelta y ponte boca abajo, me dice. La miro… Con esa lupa en la mano me parece clavadita a la Señora Jessica Fletcher. Me mira como diciéndome; “no te hagas el remolón, que va a ser peor”. Pienso: ¿No será esto una broma de esas de cámara oculta? Me digo; ¡va Miguel!, déjate de tontadas y acabemos con esto cuanto antes. Y acato sus órdenes sin rechistar como si del art. 155 se tratase. La Fletcher repite las mismas operaciones recorriendo con sus guantes y su lupa todo mi dorso, glúteos incluidos.

–Fin de la observación. Todo correcto, Miguel. Ahora vamos a sacarte ese quiste sebáceo del párpado. 

Ya era hora, balbuceé para mis adentros.

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